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Encontrar a Jesús cuando duele: Cómo la vida surge del dolor y la soledad

Hace años, tras una conversación difícil que puso fin a una relación que creía duradera, me senté en un tranquilo estacionamiento. Sin distracciones, solo el silencio y el dolor en el pecho. No tenía la oración perfecta; lo único que pude susurrar fue: «¿Jesús, Jesús, Jesús?». No se oyó ninguna voz, pero algo cambió. El vacío que sentía en ese momento fue reemplazado por una presencia silenciosa que me abrazó. Ese breve instante de silencio se convirtió en una invitación donde encontré a Jesús.


Encontrar a Jesús en medio del dolor no se trata de hallar una solución rápida ni una respuesta perfecta. Se trata de que su presencia real nos encuentre en nuestra fragilidad. A continuación, te explicaré qué significa encontrar a Jesús en medio del dolor, por qué suele suceder en el sufrimiento, por qué es importante y cómo puedes aplicarlo en tu vida diaria.


Qué significa encontrar a Jesús en el dolor

Encontrar a Jesús en el dolor significa descubrir su presencia en los momentos de mayor vulnerabilidad. No se trata de fingir que el dolor no existe, sino de comprender que nunca estamos solos en él. Cuando sufrimos, el dolor suele disipar todas las distracciones y el ruido que nos rodean.


Tomamos mayor conciencia de quién es Dios y quiénes somos nosotros. La Biblia muestra este patrón de forma constante: la gente clama, y Dios responde con cercanía, sabiduría y guía.


Por ejemplo, en el Salmo 34:18 dice: «El Señor está cerca de los que tienen el corazón quebrantado y salva a los de espíritu abatido». Esto nos habla de la profunda e íntima manera en que Dios se manifiesta cuando sufrimos. No se trata de un alivio inmediato, sino de la presencia de Dios en medio de nuestras dificultades.


Por qué el dolor abre la puerta

El dolor tiene la capacidad de enfocar nuestra atención. Lo que ayer parecía urgente suele desvanecerse, y de repente, lo verdaderamente importante pasa a primer plano. Dejamos de intentar cargar con todo nosotros mismos y empezamos a reconocer que necesitamos ayuda. Lo que antes sentíamos como una amenaza a nuestro orgullo y dependencia se convierte en el camino hacia el alivio.


En 2 Corintios 1:3-4, Pablo habla de Dios como «el Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, mediante la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios». El dolor nos brinda la oportunidad de recibir consuelo y, a través de él, nos convertimos en canales de consuelo para los demás.


Por qué es importante

Encontrarnos con Jesús en nuestro dolor nos transforma. Moldea nuestra visión del mundo y nuestra forma de relacionarnos con los demás.


  • Fomenta la compasión. Cuando hemos estado en nuestros propios valles, nos volvemos más compasivos con los demás en los suyos.

  • Nos ayuda a priorizar mejor. Empezamos a centrarnos en lo que de verdad importa: nuestra relación con Dios, con nuestros seres queridos y con nuestro propósito.

  • Refuerza la esperanza. No un optimismo pasajero, sino una confianza firme en que el dolor no tiene la última palabra.


Esta transformación ocurre cuando dejamos que Jesús entre en nuestro dolor y confiamos en que Él nos mostrará el camino a seguir.


Dolor y soledad no son lo mismo que aislamiento.

Hay una diferencia entre sentir dolor y estar aislado. El dolor es una realidad que muchos enfrentamos, pero el aislamiento se da cuando nos retraemos por miedo, vergüenza o ira. La soledad, en cambio, es un espacio que podemos elegir. Es un lugar tranquilo y consciente donde invitamos a Dios a encontrarse con nosotros en medio del malestar. El mismo Jesús se retiraba a la soledad para orar y conectar con el Padre.


En el Salmo 46:10, Dios dice: «Estad quietos, y sabed que yo soy Dios». La soledad nos permite estar lo suficientemente quietos para escucharle.


Cómo afrontar el dolor: Incorporando a Jesús a nuestras vidas.

Cuando el dolor nos invade, a menudo sentimos la tentación de apresurar el proceso, intentando solucionarlo por completo o simplemente evitarlo. Pero ¿y si, en cambio, le diéramos espacio a Jesús para entrar?


Aquí tienes algunas maneras de empezar:


  • Háblale con sinceridad. Sin fingir ni actuar, simplemente dile lo que realmente está pasando.

  • Invítalo a participar en tu dolor. Pídele que esté cerca, que te dé sabiduría y que te ayude a dar el siguiente paso.

  • Busca la sanación. Quizás no llegue de inmediato, pero llegará. Isaías 41:10 nos recuerda: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré».


Una reflexión personal

Después de aquel momento en el estacionamiento, comencé una práctica sencilla. Cada mañana, antes de abrir mi computadora portátil, invitaba a Jesús a formar parte de mi día. «¡Gracias, Jesús! Hoy será un buen día». No solucionó todos los problemas, pero me mantuvo firme. Cuando surgían dificultades, ya sabía que no las enfrentaría sola.


Cómo aplicar esto en la vida diaria y en el trabajo


En casa

  • Lleva un “lista de misericordia”. Cada noche, anota una forma en que viste la ayuda de Dios.

  • Reserva un momento de tranquilidad para ti mismo/a, disfruta de un paseo a solas, unos minutos de oración o escribe en tu diario.


En el trabajo

  • Comienza tus reuniones con un minuto de silencio. Respira y pide sabiduría.

  • Cuando el estrés aumente, identifícalo. «Me siento ansioso por esto, pero esta sensación pasará». Luego, da un pequeño paso para seguir adelante.


Con otros

  • Escucha más de lo que hablas. A veces, simplemente estar ahí para alguien es todo lo que necesita.

  • Ora con sencillez por quienes te rodean, especialmente cuando estén pasando por dificultades.


Del estacionamiento a la promesa

Todo empezó con un momento en el estacionamiento y un par de palabras. No lo solucionó todo de inmediato, pero a la larga lo cambió todo. Encontrar a Jesús en el dolor no se trata de evitar el sufrimiento, sino de aprender a verlo justo en medio de él. En ese espacio, la vida vuelve a fluir.


Curar el dolor profesionalmente

El sufrimiento puede revelar heridas profundas que tal vez requieran atención profesional. Los traumas del pasado, la depresión o los trastornos de ansiedad merecen un apoyo adecuado. Buscar ayuda psicológica no es falta de fe, sino una respuesta sincera a la realidad y, si es necesario, forma parte del proceso de sanación.


Si hoy cargas con algo pesado, recuerda: Jesús está cerca. Permítele entrar en tu dolor y que lo transforme en propósito. Si algo de esta publicación te resonó, compártelo con alguien que pueda necesitarlo. Si tienes alguna práctica que te haya dado fortaleza en momentos difíciles, añádela en los comentarios. Tu historia podría ser la esperanza que alguien más necesita.


Eres una creación sagrada.



Las citas bíblicas se han tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® (NVI®). Copyright © 1973, 1978, 1984, 2011 por Biblica, Inc.™ Usado con permiso de Zondervan. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

 
 
 

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