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Cómo Dios se encuentra con nosotros en los momentos ordinarios

Cuando la vida parece demasiado normal para ser espiritual

Hace unas semanas, estaba sentada en mi camioneta, esperando en una larga fila del autoservicio, sintiéndome de todo menos espiritual. Mi mente daba vueltas con los recados, las fechas límite y ese tipo de pequeñas preocupaciones que se acumulan sin previo aviso. Mientras estaba allí sentada, me sorprendí pensando: "¿Por qué me resulta tan difícil percibir a Dios en mi vida cotidiana?".


Tal vez tú también lo hayas pensado. Imaginamos a Dios encontrándose con nosotros en los grandes momentos: en momentos de profunda adoración, en decisiones que cambian la vida o en esos días especiales donde todo parece estar en armonía. ¿Pero qué pasa con los días normales? ¿Esos días llenos de tareas domésticas, listas de la compra, trayectos al trabajo y el intento de responder mensajes?


Es en estos momentos cuando muchos nos preguntamos en silencio: ¿Se manifiesta Dios en momentos como estos? Y si lo hace, ¿cómo puedo percibir su presencia?


Analicemos esto juntos.


Lo que realmente significa que Dios se encuentre con nosotros en los momentos ordinarios

Cuando la gente oye la frase «Cómo Dios se encuentra con nosotros en los momentos cotidianos» , suele imaginarse algo dramático: una señal, una sensación, una respuesta repentina a la oración. Pero la verdad es mucho más sutil. La presencia de Dios no se limita a momentos de gran emoción ni a largos periodos de silencio.


Encontrarse con nosotros en los momentos cotidianos significa que Él se manifiesta en medio de nuestra vida real, justo donde nuestra mente divaga y donde nuestras manos trabajan. Es la sensación de calma que se instala en medio del estrés, el recordatorio repentino de que no estás solo, o el pequeño empujón que te ayuda a elegir la paciencia en lugar de la frustración.


No se trata de hacer que la vida cotidiana sea “espiritual”. Se trata de percibir al Dios que ya está ahí.

 

Por qué los momentos cotidianos importan más de lo que pensamos

Si lo piensas bien, la mayor parte de nuestra vida se compone de momentos cotidianos. Es ahí donde crece nuestro carácter, donde se forman los hábitos y donde realmente aprendemos a confiar en Dios.


He aquí por qué son tan importantes:


Los momentos cotidianos revelan quiénes somos.

Cuando todo parece normal, podemos ver lo que realmente hay en nuestro corazón. No para avergonzarnos, sino para que crezcamos.


Dios usa las cosas pequeñas para moldear una gran fe.

La fe rara vez crece a través de grandes acontecimientos. Crece a través de pequeños y repetidos momentos de sí.


Estos momentos le dan a Dios espacio para hablar en silencio.

Muchas personas esperan que Dios hable en voz alta, pero a menudo su voz se manifiesta en un pensamiento suave, una sensación de calma o una guía durante una tarea sencilla.


La vida cotidiana es donde Dios construye relaciones

Así como cualquier amistad crece a través del tiempo que se pasa juntos cada día, nuestra conexión con Dios se profundiza de la misma manera.

 

Por qué es difícil percibir a Dios en la vida cotidiana

Si te resulta difícil, hay una razón. La mayoría vivimos rodeados de ruido, ya sea mental, emocional o digital. Y cuando la vida se siente apresurada, es fácil pensar que Dios está lejos.


Estos son los mayores desafíos a los que se enfrenta la gente:


Esperamos cierta sensación

Y cuando no lo sentimos, asumimos que Dios no está ahí.


Nos movemos demasiado rápido para darnos cuenta de las pequeñas cosas.

Dios no suele perseguir; Él invita.


Buscamos respuestas en lugar de presencia

A veces, el regalo de Dios es simplemente Él mismo, no una solución.


Subestimamos el valor espiritual de las rutinas normales.

Creemos que la oración solo cuenta cuando se realiza de cierta manera.


Conocer estos desafíos nos ayuda a bajar el ritmo y a prestar atención de una manera diferente.

 

Formas sencillas de notar cómo Dios se encuentra contigo en los momentos cotidianos

Aquí tienes algunos pasos prácticos que puedes probar esta semana. Sin presión, sin búsqueda de la perfección, solo pequeños cambios que abran espacio para Dios.


Convierte una tarea diaria en un momento de tranquilidad.

Elige algo sencillo como prepararte un café, esperar en un semáforo o cepillarte los dientes. Aprovecha ese momento para susurrar: «Dios, estoy aquí. Ayúdame a sentir tu presencia hoy».


Presta atención a los pequeños empujones.

Una repentina sensación de paz

Un recordatorio para respirar

Un momento de gratitud

Un pensamiento que reconforta

Pueden parecer insignificantes, pero importan.


Fíjate cuando algo te hace detenerte

Una persona amable

Un poco de luz solar

La letra de una canción

Un recuerdo

Las pausas a menudo indican que Dios está llamando suavemente tu atención.


Habla con Dios mientras avanzas

No necesitas palabras perfectas. Basta con una frase sencilla y sincera a lo largo del día. A muchas personas les resulta más fácil sentir la presencia de Dios cuando dejan de intentar sonar «correctas».


Reflexiona sobre tu día durante un minuto.

Antes de acostarte, pregúntate: "¿En qué aspectos me sentí apoyado hoy?"

Tu mente a menudo te revelará momentos que pasaste por alto.

 

Ejemplos reales de la manifestación de Dios en lo cotidiano

Una vez, un amigo me contó que sintió la presencia de Dios durante un paseo al aire libre, no a través de un momento grandioso, sino mediante una repentina sensación de paz después de un día estresante.


Otra persona contó que sintió la presencia de Dios mientras limpiaba la casa. Un simple versículo bíblico le vino a la mente y le dio fuerzas para seguir adelante.


Para mí, Dios suele encontrarse conmigo en mi vehículo. No en visiones ni señales espectaculares, sino en una quietud serena que me invade cuando finalmente dejo de ir con prisas.


Son esos momentos cotidianos en los que Dios se manifiesta. Sin alardear, sin ostentación. Simplemente presente.

 

Dios está más cerca de lo que crees

Si comenzaste a leer esto preguntándote cómo Dios se encuentra con nosotros en los momentos cotidianos, espero que ahora comprendas que nos encuentra justo donde transcurre la vida. No espera a que alcances un nivel superior de espiritualidad. No espera mañanas perfectas ni largos momentos de silencio. Te encuentra en los pequeños detalles cotidianos, a menudo inadvertidos, donde se desarrolla tu vida real.


El mismo Dios que mueve montañas también susurra en medio de tu rutina.

Si esto te animó, compártelo con alguien que pueda necesitarlo. O prueba uno de estos sencillos consejos esta semana y observa cómo Dios se encuentra contigo. Quizás te sorprenda todo lo que ya ha estado haciendo por ti.


Lee la siguiente entrada del blog: El camino hacia la sanación


Santo Hecho

 
 
 

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